La reputada primatóloga y antropóloga británica, pionera en el estudio de los chimpancés, dice que no se puede cerrar de golpe toda la ganadería intensiva, pero invita a dar pasos para mejorar las condiciones en que viven los animales.
Jane Goodall, de 87 años, publicó El libro de la esperanza. Una guía de supervivencia para tiempos difíciles (Paidós). Suena algo frágil, pero a la vez determinada. No se cansa de repetir su mensaje: todavía estamos a tiempo de salvar el planeta. No perdamos la esperanza. La semana pasada, al hilo de las palabras del ministro de Consumo español, Alberto Garzón, intervino en el debate sobre la ganadería intensiva. Goodall —premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2003, Dama del Imperio Británico y fundadora del Instituto Jane Goodall en España— se alinea como no puede ser de otra forma con Garzón. Afirma que debemos ir tomando medidas que mejoren las vidas “terroríficas, de dolor y miedo” de millones de animales.
Respecto a la agricultura intensiva, dijo que el problema es que cuando se habla de derechos de los animales la gente se lo toma como o blanco o negro. En realidad, lo que hay que hacer es lograr acuerdos para, con calma, ir alcanzando un objetivo. “No podemos cerrar de un día para otro todas las macrogranjas, pero sí podemos trabajar para que las condiciones de vida de los animales atrapados en ellas mejoren”, manifestó.
Lo más urgente es que los animales no sean encerrados en espacios diminutos. Todos los cerdos deberían poder moverse. Las crías no deberían ser arrebatadas de sus madres al nacer. A todos los animales se les debería permitir pasar tiempo fuera sobre la hierba. Y en los mataderos trabajan tan rápido que muchos animales no llegan convenientemente aturdidos al momento de arrancarles la piel. Tampoco se les debería hacer viajar largas distancias para obtener su carne. Tendríamos que transportarlos una vez ya muertos y congelados. Todo esto no ocurrirá de golpe, pero si los ciudadanos creen que esto es lo que se debería hacer, tenemos que dar pasos para lograrlo, desarrollar leyes.
“Algunas personas no entienden bien y piensan que cuando se habla de derecho animal, se quiere dar los mismos derechos a los animales que a los humanos, lo cual es ridículo. Pero es importante no olvidar la responsabilidad humana e intentar dar con una forma adecuada de tratar a los animales. No se merecen ser atrapados y que se trafique con ellos por todo el planeta. Eso nos ha traído de vuelta esta dañina pandemia. Todas las religiones del planeta tienen una norma de oro: Trata a los demás como querrías que te trataran a ti. No deberíamos tratar a los animales como no querríamos que nos trataran”, señaló Goodall.
Fuente: El País.