Con motivo de celebrar el Día del Agricultor, el rector de la Universidad San Carlos (USC), Prof. Msc. Ing. Agr. Ronaldo Dietze, no pierde la oportunidad de reconocer la labor incansable que estos valientes hombres y mujeres realizan en su diaria tarea en el campo. Su esfuerzo constante y dedicación sin igual, hacen posible que productos de la más alta calidad lleguen a nuestras mesas, mientras que al mismo tiempo, impulsan el crecimiento económico de nuestro querido Paraguay.
El Día del Agricultor es el 15 de mayo, pero por coincidir con la fiestas patrias y de la madre, la fecha oficial queda para el 21 de mayo (el primer domingo posterior al 15 de mayo).
Para Dietze el agricultor es un silencioso alquimista no dedicado a convertir plomo en oro, sino tierra en bienes alimenticios y no alimenticios para satisfacción de miles de personas que habitan este planeta. “Es un hombre trabajador, que nunca pierde la fe a pesar de las muchas vicisitudes que debe pasar en el trajinar por su obra. Por algo se afirma cave un pozo, pero cave con la fe de un agricultor”, destaca.
Muchas de sus adversidades provienen de la propia naturaleza a la que no siempre puede dominar, vienen sequías, lluvias a destiempo, granizada, caídas de precios, etc. En otras ocasiones son aprovechadores inoportunos, los que le persiguen: burócratas, recaudadores del sector público o no, coimeros, ladrones de guante blanco, invasores de tierra privada, destructores de sus activos, como quema de maquinarias y depósitos de almacenamiento, intermediarios inescrupulosos que quedan con la crema de la leche, quitándole al agricultor la parte más sustanciosa de su trabajo y de su ingreso.
“Es un mal que no ha logrado ser evitado, a pesar de los años transcurridos, como las eventualidades caídas económicas, comerciales y financieros que se dan frecuentemente, se trasladan siempre a los últimos eslabones de una cadena, es decir, al agricultor o consumidor final”, indica Dietze.
La consigna pareciera ser quien más y primero deben perder es el agricultor y el consumidor final, puesto que ambos no tienen dónde descargar estos males y se ven obligados a absorberlos en su proceso productivo y de consumo. “A la intermediación le cuesta asumir reducciones de ganancias y le es más cómodo y rentable trasladar sobrecostos a los actores finales de una cadena, sean estos caídas de precio de productos de venta, incrementos de costos de insumos, costos de los servicios financieros, entre otros. Por algo es que el agricultor solo recibe alrededor de un 20% del precio que paga el consumidor final”, menciona.
Dietze dice que esta realidad se fundamenta en el hecho de que los agricultores son muchos y dispersos en el espacio, por lo que jamás pueden ponerse todos de acuerdo para enfrentar la defensa de la injusticia a la que se les somete. La consigna de la maldad humana es: que ladren nomás a la luna, total nadie los escucha. Por otro lado, el agricultor por razones obvias está metido es su quehacer diario y no tiene condiciones de abandonar su escenario de trabajo, biológicamente sujeto a cada preciso momento de su proceso productivo. (oferta elástica de sus productos). También es de poco hablar, como resultado de su atadura a su oficio productivo, habla más con su tierra, con sus cultivos, con sus animales que con la sociedad.
“Esta última afirmación no resta nada a su envidiable sabiduría como resultados de su experiencia productiva y de vida, de su andar sin descanso, de sus múltiples caídas de las que supo siempre levantarse sin abandonar su oficio. Debemos reconocer, con humildad, que el agricultor supera con su sabiduría y experiencia a los que estamos sumergidos en lo académico, o en trabajo burocrático, o los funcionarios del sector público o los políticos”, agrega.
Para Dietze el verdadero alquimista de la tierra, no tiene días ni horas para el descanso cuando el momento le exige, cada tiempo requiere una tarea distinta. Trabaja a pesar del calor del sol de verano, durante el frío invierno, a la luz y el calor del sol, y a la penumbra y fría noche. Siempre encima de su tractor o debajo de él para solucionar un ocasional desperfecto en su lugar de trabajo, esto obliga encontrar una solución para no interrumpir su tarea, el tiempo le exige.
“Héroe silencioso olvidado, no reconocido, salvo en momento de sacarle alguna tajada por un inspector público, que busca en su escenario de trabajo algún error acusatorio, producto de su sacrificada actividad, y al inspector no le mueve una sana idea de corregir una imperfección, o un error involuntario, solo con la finalidad de recaudar, sacarle más crema de la leche de su esforzada actividad”, reitera.
Dietze finalmente afirma que “el agricultor de Paraguay es un verdadero y silencioso héroe, no pide subsidios, no se deja someter a algún verdugo o falsas promesas. Tiene personalidad y valores. Hay que dar por lo menos un sincero reconocimiento y agradecimiento es su día, el 21 de mayo, dado que es el artífice primario de nuestro bienestar ciudadano, gracias a él tenemos muchas mesas servidas, por lo menos tres veces al día y 365 días al año, tenemos materia prima para las industrias, tenemos divisas para importar y pagar deudas externas contraídas, empleo directo e indirecto por doquier”, concluye.