El récord de exportación de soja en estado natural registrado hasta fines de agosto último agudiza la crisis de competitividad que tienen las industrias aceiteras paraguayas y va confirmando las proyecciones de un cierre muy prematuro en las actividades de procesamiento en muchas de las plantas, que viene advirtiendo la Cámara Paraguaya de Procesadores de Oleaginosas y Cereales (Cappro).
Desde inicios de este año hasta el cierre del mes de agosto fueron exportados 6,89 millones de toneladas de soja en estado natural, cifra que supera ampliamente al mayor registro histórico anterior (5,21 millones de toneladas, en el mismo lapso comparado del 2020).
Se destaca que el volumen parcial exportado de granos de soja de este año ya supera incluso el total al cierre del 2020, periodo en el que se había enviado el mayor volumen de esa materia prima sin procesar.
El aumento considerable de la exportación de granos en estado natural, principalmente hacia la Argentina, llevó a que la industria local reduzca de manera considerable su actividad en este segundo semestre del año, básicamente forzando a que la mayoría de las fábricas estén actualmente paradas por lo que queda del año.
Esta situación evidencia los problemas competitividad que tiene la industria aceitera en Paraguay con relación a las industrias de otros países y en este periodo en particular con respecto a la Argentina, principal destino de la soja producida en nuestro país. Para modificar la situación actual se requiere de políticas activas, principalmente un tratamiento fiscal que garantice equidad entre las industrias exportadoras y no genere sobrecostos para el que es el principal sector industrial del país en términos de Inversión Extranjera Directa.
La aceitera es la única industria en Paraguay que no tiene derecho a la devolución del IVA al exportar productos procesados.
La triste realidad a la que se enfrenta este sector es que, en las condiciones actuales, incluso para estas industrias que han realizado grandes inversiones en el país es más competitivo exportar soja en estado natural, que son utilizados por fábricas del extranjero, que aprovechar la capacidad instalada disponible en el país. Actualmente, ya existe muy poca disponibilidad a nivel local para que las industrias puedan seguir agregando valor a esta materia prima, con lo cual la tendencia de exportación de bajo valor agregado tiende a profundizarse en lo que resta del año.
Considerando la capacidad instalada actual (que solo cubre alrededor del 40 % de la producción de potencial de soja), los precios registrados en el año y la estimación de molienda anual, el país deja de ingresar más de US$ 65 millones este 2024 por exportar soja en estado natural en lugar de aceite, harina y cascarilla de soja.
Esto pone de manifiesto la necesidad de que en nuestro país se aplique una política espejo, ya que los principales países mercados del mundo ponen trabas para los productos industrializados, aplicando barreras al ingreso de los productos agroindustriales, pero liberando o favoreciendo la compra de materia prima, en este caso la agrícola.
Con las condiciones de competitividad adecuadas la agroindustria nacional, y en particular la cadena de valor de las oleaginosas, podría convertir todo el potencial que sigue teniendo en una realidad. Esto llevaría no solo a mayores inversiones en este sector, sino a más y mejores empleos formales y de calidad, además, se generará un mayor ingreso de divisas por exportar más productos industrializados de mayor valor en lugar de materias primas agrícolas en su estado natural, produciendo un efecto derrame en toda nuestra economía, provocando también la diversificación de las industrias que se instalen en el país.
Tanto las aceiteras como las industrias de biocombustibles o cualquier otra que se alimente de las oleaginosas y sus derivados permitirán profundizar mucho más el aprovechamiento interno de los productos agrícolas que actualmente ya se obtienen gracias al excelente trabajo de nuestros productores y el apoyo de toda la cadena. Esto hace mucho más profundo el impacto que generan este tipo de inversiones frente a otras de similar cuantía, pero donde el encadenamiento y la demanda interna son inferiores.
Aunque se celebra las políticas públicas adoptadas para favorecer y crear las condiciones adecuadas para el desarrollo del sector de biocombustibles, si no se busca consolidar a las industrias aceiteras nacionales, que serían las proveedoras naturales del aceite crudo o desgomado que necesita la industria de biocombustible, se están adoptando políticas insuficientes para lograr el objetivo de convertir al Paraguay en capital de los biocombustibles, por lo cual instamos nuevamente a las autoridades a construir juntos las políticas industriales para lograrlo.