Por Luis Fernando Sanabria, gerente general de la Fundación Paraguaya.
Despedimos el mes de diciembre, el mes de hacer el balance. Balance financiero, pero también balance social, que es uno de los principios de nuestra organización que cumplirá 40 años próximamente.
Posiblemente el límite de palabras asignadas a este texto no nos alcanzaría para comentar los grandes números que logramos este año. Los números son importantes porque desafían, evalúan, reflejan tendencias, ayudan a mejorar y cuentan cantidades: de familias beneficiadas, de indicadores verdeados, de cursos brindados, de países alcanzados, de Semáforos aplicados, de microcréditos desembolsados. Pero, no cuentan historias.
Denise Falcón, Lucía Vera, Haydée Miranda y sus compañeras del Comité Mujeres Unidas, de Mariano Roque Alonso, han constituido un grupo tan fuerte que ha logrado que cada una de sus 35 integrantes tenga su propia microempresa. Además, tienen un emprendimiento en común que les permite juntar fondos para autopagarse el aguinaldo a fin de año. Liz Fernández, de Remansito, superó una difícil enfermedad gracias a su detección temprana con los servicios médicos que brindamos. Sandra Vergara, que es artista de circo y ofrece espectáculos de payasos en María Auxiliadora, agregó personajes a su show. Damaris Maciel es una joven de la misma ciudad que hace hamburguesas y Liz Paola González tiene un salón de belleza en Santaní, mientras que Diana Benítez es una médica de San Juan Nepomunceno que recibió un crédito estudiantil para terminar sus estudios y Amada Núñez de Caacupé construyó su casa con el apoyo de la Fundación. Tras los números, ¡hay 100.000 historias como estas!
Si recorremos el mundo, encontraremos nuestra huella por todas partes. En Morogoro, Tanzania, hay historias de Comités de Mujeres que mediante el Semáforo encuentran la posibilidad de salir adelante, en alianza con Unbound. En el Caserío Vasconselo, Solola, Guatemala, María Esperanza de Vázquez fija sus metas personales y familiares y las persigue en alianza con Puentes de Amistad. Ramiro Quispe Angulo, del Altiplano andino, en Bolivia, está saliendo adelante gracias a su Semáforo y al moderno invernadero que construyó con el apoyo de Orquídea Andina. Hay miles de historias como estas en países como Kenia, EE.UU., Eslovaquia, etc. ¡Hay más de 500.000 historias en todo el mundo!
Nuestras escuelas graduaron en Belén (Concepción), Cerrito (Chaco) y Mbaracayú (Canindeyú) jóvenes emprendedores rurales listos para enfrentar la vida. Pero ¿qué ocurre posteriormente? Suceden historias maravillosas, como la de Laura Ríos, quien se graduó de Cerrito el año pasado y este año se mudó de su natal Caaguazú a Asunción, donde está trabajando y siguiendo una carrera universitaria, además de tomar clases de inglés. Historias como estas se repiten en Paraguay, Tanzania y El Salvador, donde este año hemos apoyado a escuelas locales para que repliquen nuestro modelo.
Hay historias que no podremos contar este año. Las historias de los miles de alumnos de escuelas y colegios públicos que este año no pudieron participar del Concurso Escuela Emprendedora ni de las Olimpiadas del Semáforo porque el Ministerio de Educación emitió una resolución prohibiendo a las organizaciones que no tengan convenio con el MEC el acceso a las escuelas y colegios públicos. La razón de esta veda es obligar a organizaciones como la nuestra a ser sujeto de la ley antiONG y a través de la misma restringir nuestro trabajo y confiscar nuestros recursos. Como si de por sí la educación paraguaya ya no fuera ¡lo suficientemente mala!
Ha sido un gran año 2024, donde nuestro trabajo fue reconocido tanto externa, como internamente. A nivel externo, el Miller Center de la Universidad de Santa Clara nos otorgó el premio “Excelencia en Impacto Social”. A nivel interno, nuestros colaboradores nos permitieron ser reconocidos como un “Great Place To Work”. ¡Qué más se puede pedir!
Nuestra misión es activar el potencial de las familias para que puedan vivir con dignidad. Al ver estas historias, sentimos que se puede. Nuestra visión es un mundo sin pobreza: ¡hacia allá vamos!